Contigo Somos Once

Belén González del Amo, actriz ciega: "Quiero que me contraten porque puedo aportar más profundidad a los personajes"
Es actriz, ciega, y protagonista de la campaña Cambiando la forma de ver valor
Bella, sin maquillaje. La joven madrileña, de 26 años, Belén González del Amo Carpintero era elegida por Ilunion, del Grupo Social ONCE, para dar voz e imagen al mensaje de sensibilización social promovido en su campaña. Cambiando la forma de ver valor ha sido el claim para mostrar y demostrar que la rentabilidad económica no está reñida con rentabilidad social, al tiempo que se cumple el décimo aniversario de la puesta en marcha de las empresas de Ilunion.
“Desde el minuto cero quise hacer esta campaña; tenía muchísimas ganas de rodar por ser una gran oportunidad y para ganar en experiencia. Y cuando leí el texto ¡qué bonito!”, exclama con total naturalidad. Y rescatamos una de esas cuñas, con el timbrado vocal de Belén: ‘En Ilunion llevamos diez años viendo que tener un modelo empresarial que no infravalora a nadie por su discapacidad, su género, origen, edad o circunstancias no es ninguna utopía, pero no queremos ser los únicos que sepamos verlo. Cambiando la forma de ver valor Ilunion-Grupo Social ONCE’
La identificación en su propio rol resultó ser de lo más oportuno por el hecho de invitar a la sociedad a “cambiar la forma de ver valor. Es algo que yo intento defender en la industria del cine, en el teatro... Yo hablo más de la ceguera -ella nació ciega-, pero es extensible a cualquier persona con discapacidad porque todos tenemos un valor”, apostilla.
Anda contenta y orgullosa del resultado, un trabajo en equipo que apuesta por repetir en cuanto sea posible la participación en otro casting. “Me metí de lleno en la experiencia, superalineada con mis valores y manera de ver la vida. Fue increíble trabajar con el equipo, con todo el mundo... los de figuración, los técnicos, el director, la subdirectora...”, declara con entusiasmo.
Difícil interrumpir su relato de la vivencia en el rodaje de la campaña... “Desde el principio fui con mucha humildad”, dice, y añade: “a ver, yo hago lo que puedo con mi poquita experiencia en rodajes y, la verdad, nos compenetramos superbién. Creo que todo el mundo dio el mil por cien. Fue una experiencia que no cambiaría por nada”.
La reflexiva calma, transmitida en su voz serena, compagina con la imagen actual de esta joven que no siempre se sintió tan bien ni aceptada por su discapacidad, en el pasado.
Niña y mujer de teatro. Lleva el arte en su gracia expresiva. La libertad en el fluir de la conversación nos lleva a derroteros que desvelan una gran pasión por el teatro, desde su más tierna infancia, o moviliza sentimientos encontrados, en la búsqueda de la propia identidad durante la etapa de Educación Primaria.
La inclusión educativa en un centro donde la única niña ciega era ella quizá llamaba demasiado la atención. Sea como fuere no consiguió encajar del todo. Al menos ella lo sintió así. Tan real y tan difícil. Incluso cogió manía al braille porque no se veía igual que los demás niños.
Mientras el resto de alumnos trabajaba sus tareas en tinta, con lápiz y en un cuaderno, ella hacía lo propio en su máquina Perkins, a golpe de las teclas que marcan los puntos del sistema de lectoescritura braille... en un grueso papel. Contaba los cinco o seis añitos y “es verdad que yo leía en braille pero no me gustaba. Lo había aprendido y entendía pero leía más lento de lo que debería...”, afirma.
El ruido al teclear en la Perkins era causa de asombro y risas entre los compañeros y esas reacciones le provocaban un silencioso malestar... tanto es así, que ataja decir: “en el colegio se reían de mí por usar braille y me echaban de clase porque la máquina hacía mucho ruido. Entonces, claro, cómo me iba a gustar el braille”.
Quién le iba a decir, a aquella chiquilla tan despierta y llena de sueños, que hoy acariciaría los seis puntos del braille para preparar los guiones que tiene entre manos.
Atrás quedaron los disgustos en aquel colegio del que no guarda el mejor recuerdo, tampoco de las clases de teatro “porque no me dejaban caminar sola por el escenario... e incluso me recomendaron ( por ser ciega) que mejor dejara de participar en la actividad”. De aquello hace ya dos décadas.
Constancia y superación. “Yo he sido niña ONCE toda mi vida”, dice con orgullo de pertenencia. Y es que la Organización de ciegos siempre ha estado presente en su trayectoria vital. Gracias a la estimulación temprana daría sus primeros pasos... Lejos, en su recuerdo casi dormido, está el grupo de niños y niñas, todos ciegos, con los que jugaba en Educación Infantil. “A mi me ayudó mucho relacionarme a raíz de aquella actividad en la ONCE donde siempre había un juego que elegíamos nosotros y otro nos lo elegía el profesional. Lo recuerdo muy dinámico y lúdico. Además tuve la suerte de tener una psicóloga en esa fase temprana”, refiere con agradecimiento.
Aplicada en los estudios, y con un pie en el escenario, remontó su anterior historia teatral apuntándose a clases de teatro en el colegio de la ONCE, en la localidad madrileña de Moratalaz. “El teatro me salvó, empecé a tener un montón de amigos”, asegura. Además, le volvió a coger el gustillo a la práctica del braille, “aprendí a presentar los trabajos de clase en este sistema, a leer más en braille... y le cogí cariño”.
El Bachillerato Internacional lo hizo en Noruega, con beca de la Fundación ONCE, en los Colegios del Mundo Unido. Tenía 16 años y la oportunidad de cursar la asignatura de teatro, que incluía la formación académica. “Te enseñan su historia, las bases de la dirección teatral, etc. Es como un barniz por todos los palos que tienen que ver con el teatro”, argumenta. Una etapa viajera, divertida, disfrutando de su plena autonomía personal.
Los estudios universitarios la llevaron a Irlanda donde cursó Sociología Política y Derechos Humanos. Las relaciones internacionales y el activismo en defensa de los derechos suman puntos en su currículo. “Mi especialización es en Derechos Humanos; la sociología y la política eran parte de mis asignaturas, también la filosofía”. Entretanto arrasó la pandemia el planeta.
Giro de guion. La juventud rebelde aporta un plus en el activismo de la defensa de causas, a veces, perdidas de antemano. Cuando salió de España era objetivo poner algunos puntos sobre las íes de tantas luchas sin cuartel. “Si bien, no es lo que estoy haciendo ahora, yo tengo un lado muy activista que se potencia a través del teatro”, acredita sin acritud.
“A mi me hubiera encantado, con ocho años, ver a una actriz ciega total, de 26, diciendo: Oye, se puede ser actriz, sí que suma”. De buena tinta o en braille, Belén sí lo sabe por experiencia. El punto de inflexión en su recorrido escenográfico lo data en 2024, en el Centro Dramático Nacional con el papel principal en La gabiota (de Antón Chéjov), espectáculo dirigido por Chela de Ferrari. “A finales de 2023 me preguntaron ¿quieres hacer un casting? Están buscando actrices ciegas en el Centro Dramático Nacional. Y pensé: yo lo hago, no me van a seleccionar pero lo intento”. Se preparó la prueba y disfrutó de un casting que califica de “superbonito”.
Chela, la directora, fue guiando con marcaje de pautas interpretativas al elenco de La gabiota -compuesto por actores y actrices con discapacidad visual grave o ciegos- para su versión libre de la obra de Chéjov. “Del casting salí diciendo ‘no me van a coger’ pero me da igual porque... ¡lo he pasado genial!”. Le pilló la sorpresa de la llamada y no se lo podía creer, iba ser la protagonista. “Me cambió la vida de repente, continuo con mi formación teatral y ya no me veo haciendo otra cosa”.
Dicharachera y pizpireta, rebosa felicidad: “Ni en mis sueños más locos pensé que yo podía ser actriz”. Cambiando la forma de ver valor... sí es posible. “Yo no quiero que tú me contrates porque hagas una obra de caridad y te sientas muy buena persona. Yo quiero que me contrates porque, de verdad, puedo aportar más profundidad a los personajes de tus obras”, concluye.