Contigo Somos Once

María Ángeles Prieto, afiliada a la ONCE desde hace un año, en la presentación de la serie Mucho que Ver

Mª Ángeles Prieto: "A las personas ciegas nos salva el sentido del humor"

Aprende a subir los nuevos escalones de su vida, bastón blanco en mano

Risueña, en pleno proceso de adaptación y rehabilitación. Dejar de ver le provoca miedo, angustia... Y es que a la madrileña María Ángeles Prieto Marina, de 69 primaveras, con una enfermedad oftalmológica degenerativa, le cuesta hacerse a la idea de quedarse ciega. “De momento, veo como ‘el ojo del cazador´, por la parte central”, bromea sin acritud.

De un tiempo a esta parte, ella también ha podido comprobar, en propia piel, todo o casi todo lo que relatan las once historias de la serie Mucho que ver, presentada por la ONCE para mirar con otros ojos a las personas ciegas o con discapacidad visual grave. “Me encantan esos vídeos porque explican nuestra realidad de una forma super simpática, pero que es tal cual por las dificultades que nos encontramos en el día a día”, comenta al hilo de la reciente presentación de la serie, en Madrid (el 26 de febrero), en la que ha participado -en una mesa redonda- contando cómo ha llegado a formar parte de la Organización de Ciegos.

Nunca llevó gafas hasta cumplidos los cincuenta. La supuesta vista cansada hacía su aparición sin previo aviso. “Llegaba la fase en la que te tienes que poner gafas para leer, te gradúan la vista y yo contenta -apunta- pero seguía notando que veía mal y entonces volví a consultar”. Lo hizo en varias ocasiones, con idénticas respuestas... “sigues viendo igual, no te preocupes. Yo sabía que algo pasaba porque no terminaba de ver bien; he ido a miles de sitios para consultar y he hecho ejercicios visuales, de autoayuda... ¡y nada!" Arrancaba así un periplo de visitas a especialistas ópticos y optometristas, que no daban con la clave. Hasta que dio con una clínica oftalmológica que observó su campo visual perjudicado. De ahí, la respuesta a los múltiples tropiezos y caídas pertinentes.

Desde entonces tuvo en su radar a la ONCE. Le habían hablado tanto y bien de la organización que probó suerte para formar parte de la gran familia de personas ciegas o con discapacidad visual grave. Eso sí, tuvo que esperar a cumplir los requisitos para su afiliación (agudeza visual igual o inferir a 0,1 obtenida con la mejor corrección óptica posible; campo visual reducido a 10 grados o menos) y así verse beneficiaria de los servicios que presta.

“Vas perdiendo vista y sientes que, en algún momento, la vas a perder del todo. Es verdad que entras en una parte emocional”, comenta al filo del sentimiento de pérdida. Y, a renglón seguido, hablamos del tipo de atenciones y servicios sociales que está recibiendo... “Mira, se me han ofrecido todos. La primera entrevista es con la trabajadora social, que te dice también qué es lo que necesitas o te pregunta qué quieres hacer...”, explica con entusiasmo.  Detalla que se ha inclinado por actualizar sus conocimientos en informática accesible, adaptada a su nueva circunstancia personal. Ni qué decir, saber utilizar correctamente el bastón blanco le está resultando de vital importancia. Con antelación y debido a sus caídas ya se vio obligada a apoyarse en un bastón por lo cual relata que, “en la ONCE, lo que han hecho es reeducarme en el uso del bastón blanco y enseñarme muchas más cosas, en ese sentido”. Anda en ello, pasito a pasito, con cierta tranquilidad porque “de lo que se trata es de aprender bien porque te da seguridad, autonomía e independencia”, constata.

Perder el miedo con el bastón. Caminar a ciegas no parece tarea fácil. Subir y bajar escaleras, por ejemplo, se me antoja para nota. Los sentidos del tacto y buen oído prestan máxima atención, así como el juego de muñeca a la hora de manejar el bastón blanco, símbolo de independencia y autonomía de la persona ciega. La rehabilitación en este campo corre de la mano de los técnicos especialistas de la ONCE. Para el usuario ciego, practicar y practicar lo aprendido es un reto - “y una necesidad” apostilla María Ángeles- con buenos resultados. A la vista está, claro.

Sincera y cercana comparte inquietudes o miedos, y verbaliza pautas de aprendizaje en el uso del bastón - incluso a ritmo onomatopéyico: “vas dando pá pá pá”, dice-, para explicar cómo subir o bajar peldaños... “el tipo de toque depende si subes o bajas escaleras y la forma de coger el bastón también es diferente; yo estoy todavía con esa práctica para coger seguridad”.

Psicóloga clínica de profesión y orientadora de centros educativos, no se le caen prendas a la hora de confesar que la ONCE le ofreció ayuda psicológica “y dije que sí porque quería saber qué me pasaba, necesitaba entender más cosas, focalizarlo en mi vista”. “En las sesiones hablas de todo lo que significan tus miedos, tu angustia, tu temor... de las cosas que te están pasando en relación con esa pérdida. Entonces, si lo necesitas, están ahí, refiere con agradecimiento.

Aceptar la realidad pasa por normalizar la situación... la vida continua. La capacidad de adaptación es un plus y el humor un extra. Te ayuda a sobrellevar “el peso de la angustia por la pérdida visual. El humor nos salva”, concluye.

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Genoveva Benito
Periodista