Contigo Somos Once

Fátima Román y Rafa Sarobe haciéndose un selfi durante sus vacaciones en Gran Canaria

"Conseguí que su corazón de bebé volviera a latir... me siento orgullosa"

Afiliada a la ONCE con apenas 12 años, es ahora la mujer de 49 que ha salvado la vida de un pequeño mientras volvía de sus vacaciones en Gran Canaria

Resolutiva. Lo hizo. Salvó la vida de un bebé mientras volaba de camino a casa. Ella, claro, la salvadora junto a su pareja y padre de sus dos hijos. Es noticia en todos los medios de comunicación (prensa, radio, televisión) y anda agotada repitiendo lo mismo en cada entrevista. Es el precio de la fama. Aunque de lo único que se lamenta Fátima Román Salpico, y tiene hondo pesar, es por no saber nada del desenlace de esta historia del bebé que volvió a respirar entre sus brazos.

Era domingo, el día 1 de junio. Habría pasado una hora y media desde que despegó el avión destino Hondarribia, por megafonía se solicitaba un médico. Arrancaba entonces el periplo de acontecimientos donde entra en juego la flamante auxiliar de clínica vasca, nacida en Hernani (Guipúzcoa), que no duda en presentarse y ofrecer su colaboración ante la ausencia de otros profesionales sanitarios en el vuelo.

“El bebé que pusieron en mis brazos era como un trapo, no hacía absolutamente nada”, refiere, al tiempo que comenta cómo le abren el botiquín de la nave, “un muestrario a lo bestia, con todo lo necesario para una emergencia”. Y se puso manos a la obra, porque por poco que supiera “es más que nada”, apunta en algún momento de nuestra charla distendida (vía telefónica) junto a su marido Rafa Sarobe. A la vista está que fue ‘mucho más que nada’ pues remontó el cuerpo inerte del bebé hacia la vida. Fátima Román relata cómo se desarrolla el proceso de recuperación del bebé gracias a su intervención

Desde hace más de dos décadas trabaja en la Residencia San José, en Biera (Navarra). La experiencia laboral es un plus y ella es veterana en su trabajo con personas mayores. Los niños tampoco se le dan mal, tiene dos hijos ya criados de 17 y 19 años. Y es de decisiones rápidas si la situación lo requiere. En el caso que nos ocupa, es evidente. El paso de la vida a la muerte parecía depender de un hilo. 

Así comprueba el nivel de glucemia o azúcar en sangre del bebé y “lo tenía bien”, valora. Y en su debate de pensamientos para dar el siguiente paso, le apuntan: “a ver si el oxígeno le puede ayudar”. Ella afirma, sin acritud, y proceden a abrir la botella del elemento químico. “Me hizo gracia porque la azafata me preguntó ¿cómo abro, a tope? No, no, no, al mínimo, respondí, y si es necesario iremos subiendo…  a ver si le vamos a explotar”

El tiempo se detiene. Fátima recuerda estar tranquila. “La verdad es que sí, estaba super tranquila; pensé: el bebé peor no va a estar. Le pusimos la mascarilla y empecé el masaje cardiaco”. Nunca antes lo había hecho, al menos en niños. Las pautas a seguir o el conocimiento del proceso se lo debe a su previa formación y a los sucesivos cursos, recordatorios de primeros auxilios, que realizan en su centro de trabajo.

“Los cursillos que nos imparten son para refrescarnos las cosas un poco básicas porque si no las usas se te van olvidando”, comenta. Es por ello que recordaba bien los utilizados maniquíes de entrenamiento de primeros auxilios para la reanimación cardiopulmonar (RCP) de adultos y los simulados (muñecos) bebés. “El procedimiento es parecido, pero no es lo mismo porque en los bebés el masaje cardiaco tiene que ser con dos dedos, el índice y el pulgar. La presión tampoco es igual en la reanimación de un adulto y un bebé, que le aprietas un poco y enseguida se te hunde el dedo. Te das cuenta hasta dónde puedes llegar”, relata. 

Todos los conocimientos en la realidad. Quién le iba a decir que se vería en tal tesitura, con un bebé y en tales circunstancias… en su tiempo de ocio. “Pues nada, empecé, empecé, empecé… no sé si lo estoy haciendo bien o no, pero yo sigo porque no sé más. Y así, de repente ¡Mira! empezó todo el pecho a moverse… mis dedos se quedaron pequeñitos, ahí en el pecho del bebé ¡Pum, pum, pum, pum…! una pasada de sensación… y ahí pensé: ostras, pues igual sí lo estoy haciendo bien”.

Emoción a flor de piel, no es para menos. La sucesiva repetición de las palabras, el sonido del corazón transformado en onomatopeya, el sentimiento y la emoción, que titubea, nos traslada a aquel avión que aterrizó de emergencia en Jerez, antes de llegar a su destino, donde Fátima ya pierde la pista del menor y de la madre, una mujer que habla francés y le da las gracias… “creo que en ese momento me hubiese dado toda su vida”. Claro está, porque la de su hijo la tuvo en sus manos, en el tacto de los dedos, y logró despertar el latido de su corazón. “Estoy orgullosa de lo que he conseguido, con la pena de no saber cómo está el bebé ahora pero muy orgullosa”, concluye.

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Genoveva Benito
Periodista