Contigo Somos Once

José Manuel Novegil

José Manuel Novegil: "El braille te da la satisfacción de volver a leer y escribir"

Tiene un carácter risueño aunque no siempre ha sido así, parece ser. Al menos durante la época en la que se vio obligado a aceptar la realidad de quedarse ciego. La retinopatía diabética le jugó una mala pasada. No hubo marcha atrás. Había aparcado los estudios y trabajaba en un taller de coches… “Noté una especie de sombra en los ojos, fui al oftalmólogo y de urgencia me enviaron a un centro que había en Santiago”, declara a golpe de recuerdo.

“Me iban a aplicar un procedimiento médico con láser y no pudo ser en ese momento por estar estropeado el instrumental; luego, me hicieron una fotocoagulación y salí de allí con algo de vista pero al cabo de quince días me quedé ciego del todo”, espeta. De primeras, no se lo tomó nada bien. Le pasaron por la cabeza “cosas muy raras”, dice. El duelo de la pérdida había que pasarlo, refiere la tristeza familiar -“escuché llorar a mi padre, la familia estaba muy rota, se vino abajo también”- y, a la postre, la positiva decisión de seguir el camino de la vida. “Un día, no sé, me puse a pensar… Estoy aquí y hay dos caminos: o quitarme del medio o tratar de no estar triste, y que te vea la familia bien, sonreír.  Escogí esta opción de salir hacia delante con todas las ayudas de la ONCE”, pausa su relato con emoción. E insiste: “Por mucho que te ayuden en casa no es fácil la aceptación de la ceguera. Yo todo se lo debo a la ONCE”. Fragmento de la conversación con José Manuel.

Ángeles de la guarda. Tenía 24 años y se había quedado ciego. “A veces creo que estaba predestinado”, apunta. Sea como fuere quería pasar página. Así se interesó por unas clases de música, “piano de órgano, por hacer algo”, comenta. Y el destino o la casualidad le puso en contacto con un profesor que también lo era del colegio de ciegos en Pontevedra. “Y en esto parece que el ‘ángel de la guarda’ se cruza en mi camino, le llaman el profesor Pastoriza. Fue él quien me puso en contacto con la ONCE. Me dijo: tú vas a estudiar braille, en Sabadell, y aprenderás a defenderte en la vida”.

Collage con José Manuel Novegil con su bastón, vestido de monja y con el Club Braille de la ONCE en Pontevedra

El primer paso estaba dado, los siguientes le abrirían la senda hacia un novedoso camino. Tres intensos meses le esperaban en el Centro de Rehabilitación Ignacio Satrústegui, de la ONCE en Sabadell. “Un gran centro ¡madre mía, una maravilla! Allí aprendí de todo… desde el braille, andar con el bastón, cómo hay que comer en la mesa a ciegas, etcétera. Todo es enseñanza en ese centro. Muy buenos profesionales y muy cariñosos”, valora con agradecimiento. Sin lugar a dudas, un tiempo memorable por todo lo que ha significado en su trayectoria vital.

Con pauta y punzón, José Manuel adquiere la destreza en el aprendizaje del sistema de lectoescritura utilizado por las personas ciegas, el braille. Motivado e integrado en el centro, admira al compañero de habitación, “un chico de León, ciego de nacimiento, que conocía el braille como la palma de la mano”, afirma. Y él con muchas ganas por aprender rápido y bien, pues había noches que se las  tiraba “dándole al braille con insistencia. Lo aprendí en esos tres meses reglamentarios; la rapidez se coge todos los días leyendo e insistiendo en ello”, añade

De vuelta a la tierra que le vio nacer, con renovado ánimo, enseguida trabaja como agente vendedor de la ONCE. Una labor que ejerció feliz “durante 28 años” y dio algún que otro buen premio. “No me quería jubilar pero los hijos y la mujer me insistieron tanto… En la calle lo pasaba muy bien con la gente, es otra lección de vida”, según nos cuenta.

Y siguiendo la estela de los ángeles, su mujer “fue otro ángel que apareció en mi vida; tuvimos tres hijos y tenemos una nieta, que es otro ángel más, y fue mi salvación en mi jubilación”, considera con sinceridad.

En sus tiempos mozos practicó goalball, gusta disfrutar del tándem y es manitas en actividades artesanales con manejo del cuero (en monederos, bolsos) y elaboración de cestas de mimbre. “Me hace falta tiempo para hacer cosas, no me aburro nunca”, asegura.

Activo y dicharachero, rescató su sonrisa de niño y no la ha vuelto a perder. Se apunta a todo o casi. Y gana premios, a veces, como en el divertido baile ‘de fiesta de disfraces’ (el año pasado): “Sí, fui ‘de monja’ y gané el segundo premio (imagen en collage). Me encanta que la gente se ría, se lo pase bien y olviden las malas cosas de la vida”.

Orgulloso de ser de la ONCE y miembro del Club Braille pontevedrés (coordinado por Corina Alfonso Mañá), es elegido portavoz del grupo para explicar el proyecto Bibetáctil, un biberón-medidor de líquidos en braille, que ha ganado el primer premio del concurso Braille.Nova. Justo cuando se celebran 200 años de creación del sistema de lectoescritura utilizado por las personas ciegas. Y que José Manuel lo lleva a la práctica diaria desde su aprendizaje en el Centro de Rehabilitación Ignacio Satrústegui de la ONCE, en Sabadell. “El braille lo veía muy difícil cuando empecé pero según iba evolucionando me daba mucha satisfacción volver a leer un libro y poder escribir gracias a este código”, concluye.

Vídeo explicativo del proyecto Bibetáctil

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Genoveva Benito
Redactora