Contigo Somos Once

José Villar Villoldo, afiliado a la ONCE amante de la naturaleza

José Villar: "La discapacidad no existe, la creamos nosotros"

Montañero ciego, miembro del grupo fundador del Centro Excursionista de Albacete

Fundido a verde. El tiempo no pasa en balde. De toda la vida le conocen como Pepe. Anduvo en el germen de la creación del ya veterano centro excursionista albaceteño, en 1978. Un punto de encuentro con la naturaleza, que rezuma solera con casi cinco lustros de existencia. Y José Villar Villoldo, de 68 años recién cumplidos, continúa a pie de cañón disfrutando de rutas y senderos compartidos. El parque natural de las Lagunas de Ruidera ha sido de las últimas incursiones, en buena compañía. Y las que te rondaré…

Desde niño tuvo problemas con la vista pero se las arregló bien. De hecho, trabajó dieciocho años en una empresa de productos veterinarios realizando tareas de todo tipo - “estaba de auxiliar administrativo, también hacía pedidos y reparto”, dice- hasta que cerró y se vio en el paro. La incertidumbre laboral le daba entonces un bofetón con la mano abierta. Y en el mismo Albacete, ciudad donde reside desde los 9 años, se presentó para un nuevo puesto de trabajo en oficina y se dio de bruces con la realidad cuando fue rechazado por sacar su lupa para leer y pasar a máquina un documento, tal y como había hecho siempre.

La pérdida progresiva de visión le estaba jugando una mala pasada, en el campo laboral, a pesar de haberse adaptado a las circunstancias. “Cuando me dijeron que estaba para ser afiliado en la ONCE, no me lo podía creer; desde pequeñito te vas adaptando y no vives la falta de vista como un problema sino que te acostumbras a ver así y lo normalizamos”, declara, al hilo del punto de inflexión en su trayectoria vital con treinta y pocos años.

Asimismo, echa la vista atrás y se reconoce en aquel niño al que se le caían las gafas si no las llevaba sujetas con esparadrapo y tiritas…pegadas en las orejas. “Me las sujetaba mi madre para que no se me cayeran… Yo era tan pequeño que no lo recuerdo. Así lo contaba mi madre y por eso digo que el problema de mi visión es de toda la vida. Además, cuando se rompía algún cristal era un drama porque tenías que venir a Albacete, te tenían que volver a graduar la vista y podía pasar un mes o más sin recibir el cristal de las gafas”, relata. Entonces tendría “unos tres añitos”, apunta. Y pasaba su infancia en Villarrobledo, la tierra donde vio la luz por primera vez.

Cuatro esquinitas. La puerta de la ONCE la tocó a regañadientes, le resultó difícil aceptar la discapacidad visual y más aún como barrera que le impedía acceder a un trabajo. Ya rondaba los treinta, casado y con una niña. Las mujeres de la casa, su madre y esposa, lo vieron claro: ir a la ONCE. A la postre, él también. “En la ONCE encontré la mejor opción y esa salida laboral que me ha resuelto la vida. Me acogió en su seno y a día de hoy creo que ha sido lo mejor que me ha pasado”, afirma satisfecho por la decisión tomada de acercarse a la organización de ciegos y encontrar su sitio. 

Le formaron en cursos de Telefonía, en Madrid, y realizó con éxito las prácticas. A la hora de valorar el costoso traslado de toda la familia a la capital, se echó atrás y se inclinó por la opción laboral de la venta del cupón y demás productos de juego responsable de la ONCE. 

En Albacete repartía la ilusión de la ONCE hasta hace ocho años, desde 1992. De novato, su primera temporada como agente vendedor de los productos de juego de la organización, la pasó en Alcázar de San Juan, al noreste de la provincia de Ciudad Real. Enseguida, eso sí, consiguió un punto de venta “en las cuatro esquinas de Albacete, que se llamaba así porque era por donde todo el mundo pasaba al centro de la ciudad. Entonces era un sitio de mucho paso y de muy buena venta, en épocas. Estábamos hasta cuatro vendedores y ahora pasas y no hay ninguno”, comenta sin acritud.

Asimismo confiesa que se defendía en la venta del cupón aunque no era tan bueno como otros compañeros… “unos días vendes bien y otros mal, depende del tiempo… con las lluvias o si hace mucho calor pero yo he vivido bien de mi trabajo. O sea, digamos que se vendía bien”

Amante de la naturaleza. El apego al monte le viene de antaño. Lo disfruta a tope, antes y ahora… en los tiempos que veía mejor y también a ciegas, en la actualidad. Y nunca vio ningún impedimento para hacer rutas de cualquier nivel de dificultad. Tiene el listón alto, a diario anda o bien corre 12 km. y se mantiene en forma desde su juventud. La referencia al campo le despierta los sentidos, tiene la experiencia y el conocimiento. Y la capacidad de adaptación al medio es su leitmotiv.

Durante más de treinta años ha organizado y ha ejercido de monitor de rutas en actividades por el monte “con mi lupa mirando los mapas”, dice. Expresivo y bromista continua… “y la gente decía: ¡Uy, uy, uy, qué problema hay aquí! Pero, oye -respondía él-… no os preocupéis, que si yo paso vosotros también”. La actitud positiva y segura de Pepe aporta confianza a los excursionistas. “Veían mi actitud y que yo no veía bien. Y decían: si él pasa ¿por qué no voy a pasar yo? Y, en efecto, pasaban por donde había que pasar durante todo el recorrido”. Fragmento del relato

Con ‘barras guía’ en Lagunas de Ruidera. Son una buena manera de recorrer este Parque Natural durante la ‘Ruta Inclusiva’, organizada por el Centro Excursionista de Albacete con la ONCE. Ha sido en abril y es la segunda ruta que lleva el apelativo ‘inclusiva’ por ser quizá la mejor manera de concienciar sobre actividades de ocio y deporte al alcance de todo el mundo, personas con o sin discapacidad. “La gente tiene que saber que se puede participar en casi todas las actividades del centro incluso sin tener que especificar que son inclusivas”, asegura Pepe.

Nos cuenta que él tiene la “experiencia de la adaptación”, acorde con la pérdida progresiva de visión. A buen seguro, se maneja con maestría por tales terrenos naturales. “Me adapto bien, siempre voy acompañado y con una correíta en el brazo. No porque me vaya agarrando, simplemente porque para mí es un punto de apoyo, saber que está ahí otra persona, y notar que si gira yo he de hacer lo mismo y si sube o baja lo notas también”, explica con minuciosidad. En su rutina diaria camina todos los días “y voy con la mano, con los dedos -puntualiza- en el hombro del amigo que me acompaña”

De un tiempo a esta parte, sí es cierto que tira del uso de la barra direccional en las rutas para mostrar y demostrar su buena utilidad si eres ciego o con discapacidad visual. Tanto es así que se cuenta con un guía vidente encargado de dirigir los movimientos de la barra e informa de los obstáculos en el recorrido. “Te va diciendo: cuidado que hay un escalón o hay una piedra... y te advierte de la presencia de una rama de árbol, en tu lado derecho o izquierdo; en las barras direccionales la persona que está delante te guía e informa, tú vas en el medio agarrando la barra y dejas libre la otra mano para llevar un bastón, que también hay que llevarlo. Pero un bastón de monte, no de ciego, para que vayas apoyando con seguridad tus pies”, explica con detalle. “La verdad es que al principio te cuesta, se ve uno un poco raro, pero cuando llevas un par de kilómetros... ¡Uy! ¡Qué bien se va! Te dejas llevar y es muy cómodo”, comenta con satisfacción de la experiencia.

Compartir el camino es lo mejor, superar los miedos y romper las barreras... atreverse a hacer cosas que parecen imposibles. “Hay personas que piensan que no son capaces y se encierran en sí mismas. Necesitan un poco de apoyo y tener la oportunidad... la discapacidad no es un obstáculo simplemente hay que formar parte. El bache que hay que pasar es ese”, constata el veterano, sin alarde de dar lecciones de ningún tipo. “La incapacidad no existe, en realidad nos la creamos nosotros”, concluye.

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Genoveva Benito
Periodista