Contigo Somos Once

Marcos Cuesta Cavia, con baja visión, trabaja en Ilunion como técnico de PRL

Marcos Cuesta: "Mi mayor recurso fue vivir permanentemente en primera fila de clase, pegado a la pizarra"

Su baja visión no le ha frenado para hacer un grado en Ambientales y ser Técnico de Seguridad Laboral

Ha ido superando etapas a golpe de voluntad, constancia y esfuerzo. Diagnosticado con glaucoma congénito bilateral, con apenas año y medio, para Marcos Cuesta Cavia (Madrid, 1994) se hace realidad poder tener al alcance de la mano la Fundación ONCE Baja Visión (FOBV). “Ojalá hubiera existido cuando nací yo; mis padres habrían tenido más asesoramiento sobre mi discapacidad; esta fundación puede facilitar el día a día a mucha gente y ayudar a desenvolvernos mejor en la vida”, declara, recordando que, durante toda su etapa educativa, convirtió las primeras filas de las aulas en su hábitat natural para poder ver algo de la pizarra, no siempre con éxito.

Desde hace poco menos de dos años este joven madrileño, técnico de Prevención de Riesgos Laborales (PRL), trabaja para Ilunion Facility Service "en su línea de negocio de limpieza y jardinería", apunta, mientras concreta que su labor consiste en "velar por la seguridad de estos trabajadores". Con un máster en PRL y Grado en Ciencias Ambientales, por la Universidad de Alcalá de Henares, ha encontrado el lugar idóneo para seguir creciendo como persona y profesional. Anda encantado, claro. Respira un buen ambiente laboral, y ya tiene amigos con los que comparte aficiones deportivas. "Más allá de desarrollar tu jornada hay mucho detrás, a nivel social; de hecho, actualmente juego al fútbol en el equipo de Grupo Social ONCE, hago running y corro en las carreras de empresa que organiza el grupo", relata con satisfacción. "Es una suerte formar parte de algo tan grande porque creo que tienen proyectos muy chulos y la Fundación Baja Visión es una prueba más de ello", constata. 

Replantear la vida. Le tocó tomar cartas en el asunto al quedarse sin trabajo, en plena pandemia. Llevaba cuatro años, como auxiliar administrativo, en un hospital madrileño y “despidieron a mucho personal no sanitario”, apunta. La situación laboral no pintaba bien para nadie y él decidió sumar un máster en PRL a su currículum; lo hizo “a distancia, en la Universidad Internacional de La Rioja”. “En aquella situación de tanta dificultad yo buscaba trabajo y veía muchas ofertas destinadas a personas con discapacidad. Yo no tenía certificado de discapacidad, aunque mi enfermedad es de nacimiento, mis padres nunca lo tramitaron”, relata.  Le había llegado el momento de hacer el trámite para obtener el certificado que, a la postre, le abrió la puerta a su nuevo empleo en Ilunion. 

Frenar al ladrón de la vista. Cuatro intervenciones quirúrgicas se sucedieron en sus ojos hasta bien cumplidos los seis años. “Me estabilizaron la enfermedad ocular y les debieron recomendar a mis padres que me llevaran a la ONCE. Recuerdo que me hicieron una valoración, pero no llegaba a los parámetros de afiliación, que son muy restrictivos...”, asegura sin acritud. En su memoria se quedó el buen trato recibido y el regalo de una lupa y unos prismáticos, con los que jugaba de pequeño. “Aunque no pasé a formar parte de la ONCE, me regalaron una lupa y unos prismáticos con los que recuerdo haber jugado mucho. Y seguro que si los busco todavía andan por ahí, por casa, en algún sitio”, apostilla con emoción.

Cómo ve una persona con baja visión, a causa del ‘ladrón de la vista’ como es el glaucoma, no es fácil de explicar. Ni qué decir, han de figurar las mediciones del campo visual, los parámetros de la agudeza... Sin entrar en detalles médicos oftalmológicos, Marcos cuenta que es una pregunta recurrente: Y tú ¿cómo ves? Al haberse estabilizado la enfermedad, la respuesta, en su caso, se hace más tenue dado que “nunca he visto de otra forma; siempre he visto así o parecido. Con los años puede ser que haya perdido algo de visión, pero de niño tampoco recuerdo haber visto mucho mejor... al final es como que no tengo la capacidad de ver de lejos, sobre todo de lejos, como creo que ve la gente con visión normal”, argumenta.

Siempre en primera fila. Ya le hubiera gustado a él tener desde niño y a su disposición -o a la de sus padres, mejor dicho-, una fundación encargada de estar al corriente sobre qué es y qué supone tener baja visión. “Formar parte de esta Fundación de Baja Visión y ver que hay más gente en la misma situación, que no estás solo y ver incluso como otros afrontan los problemas, te puede ayudar a ti también para superarlo. Aun siendo adulto creo que tener esta fundación es muy positivo”, considera con agradecimiento. Disciplinado y constante, con dominio tecnológico supera las posibles barreras que se le presentan. Adaptarse es un reto, se tengan o no recursos disponibles. 

El pan de cada día, en el cole o el instituto, era ver lo mejor posible la pizarra: “El mayor recurso fue vivir permanentemente en la primera fila de clase, lo más cerca posible de la pizarra. Toda mi vida escolar ha sido sin muchas adaptaciones; ya te digo: estar siempre en la primera fila”. En la Universidad fue otro cantar por la amplitud del espacio en las aulas... Ni estando en primera fila conseguía ver gran cosa. “Me saqué la carrera sin ver absolutamente nada de la pizarra, con lo que explicaba el profesor. Llevaba mi portátil y en las asignaturas en las que el temario estaba colgado por adelantado lo iba descargando en mi ordenador e intentaba seguir las clases. La verdad es que fue complicado, pero no me quedaba otra”

La tecnología te salva. Lo tiene meridianamente claro. Y es que la tecnología juega un importante papel para las personas con discapacidad. “Sí, importantísimo”, afirma sin dudar y engarza con un sinfín de detalles, en aplicaciones o usos comunes como las redes sociales, las bondades de la lupa para “leer etiquetas haciendo la compra”, enfocar hacia un cartel, con el móvil, y poner el zoom a la fotografía hecha... “La tecnología la uso a diario, prácticamente en todo para salvar un poco las dificultades de la discapacidad. A veces lo hago de forma inconsciente y sin darme cuenta pero, si lo piensas, está presente todo el rato: en la parada del autobús, en casa, en el trabajo...”

Así es como se cruzó con la oferta de trabajo de Ilunion, en un portal de empleo interactivo. “No recuerdo si fue en Linkedln o en InfoJobs, especificamente era de lo mío como técnico de prevención. Decidí solicitar el puesto y me cogieron. Nunca antes había trabajado en ningún Centro Especial de Empleo hasta este contrato con Ilunion, todos los anteriores habían sido como persona sin discapacidad. Se dio la  casualidad de que ya disponía del certificado de discapacidad, que se pedía en la oferta, y afortunadamente me cogieron”

Mucho por hacer, mucho por vivir... “Hay que tirar para adelante como sea; ahora con la suerte de poder formar parte del Grupo Social ONCE”, concluye.

Partekatu :
Genoveva Benito
Periodista