Sara Braña González posa con el cuento nominado a los Premios Editorial Círculo Rojo
Sara Braña González posa con el cuento nominado a los Premios Editorial Círculo Rojo

Sara Braña, escritora ciega: "Me inspira la realidad que vivo, mi propia historia y la que imagino tendría que ser"

Escritora ciega, nominada a los XII Premios Editorial Círculo Rojo con el cuento 'La niña que quería ser flor'

Risueña y justiciera. La lucha por la vida es una constante en su trayectoria, desde que nació. Tiene publicados diez libros y con el último, La niña que quería ser flor, la leonesa Sara Braña González podría ganar el premio de la Ed. Círculo Rojo, en la categoría Infantil y Juvenil para la que ha sido nominada. Lo descubrirá en la gala del 3 de octubre, a celebrar en el teatro-auditorio de Roquetas del Mar (Almería).

Lleva la edad en el corazón. Evita concretar este dato aunque significa que vio la luz, por primera vez, en fecha festiva como es el 1 de noviembre, “el día de Todos los Santos. Tenía que nacer en un día señalado porque... para las personas que somos diferentes, yo creo que la naturaleza, desde el momento cero, es como que nos intenta hacer destacar”, declara entre bromas. Además, la noche previa de Halloween hizo de las suyas para que se autodefina como “un poco brujilla”, dice. 

Con mucha ilusión anda a la espera del gran día. Le comunicaron la nominación apenas una semana antes de mantener esta entrevista y, sin demora, confiesa sentirse como “si estuviera en una nube; es una sensación muy gratificante y te sientes importante, en cierto sentido”. Agradecida y siempre cercana, apostilla que no deja de ser un reconocimiento en el mundo literario, consiga el galardón o no. 

Lo suyo siempre han sido las letras. Cuatro carreras universitarias por esa vía avalan la afirmación. Arrancó con Magisterio, y se especializó en Lengua inglesa; siguió con Educación Especial, luego Psicopedagogía y remató formación con Filología Hispánica. “Adoro el conocimiento; soy un poco renacentista. No puedo ir a dormir sin aprender algo nuevo. Me mueve todo lo que sea aprender, conocer...”, apostilla mientras afirma ser “curiosa por naturaleza”.

El campo de la medicina le ha tocado de cerca como paciente. La enfermedad del cáncer le ha marcado desde que era un bebé. Se quedó ciega, sí, pero salvaron su vida. “Les dijeron a mis padres que lo importante era vivir, la vista ya estaba perdida en un ojo y por el otro la mantuve funcional hasta los cinco años”, concreta, tras relatar toda una odisea ‘de idas y venidas’ por diferentes profesionales del bisturí. Las consabidas secuelas de los duros tratamientos no son para contar... 

La entereza, fuerza y capacidad de superación de Sara, protegida y bien amada por sus padres, ha solventado todas las barreras habidas.... y por haber. La infancia tuvo su aquel, sin lugar a duda. Durante esa época contó con una profesora de la ONCE que se involucró mucho en su educación, en pleno auge médico y curación, según relata. 

Sin embargo, el aprendizaje se le hizo cuesta arriba en su etapa de Educación Primaria, en un centro concertado en Bembibre (León). “En mi caso la educación inclusiva fue más sobre el papel que en la realidad”, apunta. A renglón seguido, se hace eco del recuerdo en aquel centro donde “se me llegó a pegar bofetones por no distinguir en braille la letra f de la h, que son prácticamente iguales, solo que una lleva el punto arriba y la otra el punto abajo”. Fragmento donde refiere cómo se sentía en el colegio

Cumplidos los 14, ya en el Instituto la cosa fue mucho mejor “a todos los niveles: en relaciones personales, adaptación...”. Quedaba atrás esa década oscura donde “siempre la consigna era: es vaga, vaga y vaga. Es muy inteligente pero lo aprovecha mal. No estudia, tiene problemas conductuales...”, enumera en un relato, que duele del ayer. “Yo siempre lo defino como un camino que no fue fácil pero fue el precio que tuve que pagar, de alguna manera, por la inclusión o por la integración en esa época”, comenta sin acritud.

Informada paciente. De no ser una persona ciega se hubiera inclinado por los estudios de Medicina. “La investigación forma parte de mi curiosidad; de no haber sido por el tema visual habría seguido ese camino”, comenta. Y es que “controlar los entresijos del cuerpo humano es algo que me gusta. Me defino como una paciente informada”

Normalizar las circunstancias en las que nos toca vivir pasa por conocer y detectar los cambios. Ella tiene una especie de radar para ello y no se le escapa ni una... “Si me recetan un medicamento nuevo, enseguida voy a mis fuentes a ver qué es y sus efectos”. A fin de cuentas, “la batalla de la salud es tuya. Los médicos son los guías, las muletas, los que te curan, pero realmente la batalla es tuya y no puedes ser un mero espectador”, opina con conocimiento de causa. Con 27 años, el cáncer volvió a estar presente en su trayectoria vital. 

Sin perder la sonrisa. Sara es una mujer positiva por los cuatro costados. “Las personas decidimos cómo llevar lo que nos pasa y decidimos si la enfermedad es un reto o una dificultad. Para mí ha sido realmente un reto”, aclara. En tal tesitura parafrasea a sus médicos, que coinciden en la afirmación: “es un milagro que esté viva”

Resuelta ella se deja sorprender por el despertar del amanecer diario porque “lo apasionante de la vida es descubrir la misión que tenemos cada uno de nosotros. Yo creo que la mía... igual puede ser hacer una carrera literaria o ser divulgadora... No lo sé”.


Lleva once años escribiendo, sin parar. También dedicada al estudio. Con antelación tuvo inmersión en un blog vía Internet, con ensayos, opiniones, etcétera. Con una novela histórica, de amor, ambientada en la II Guerra Mundial iniciaba su periplo en la publicación de libros con Amor en tinieblas. “Aunque suene muy utópico decirlo, creo que el amor mueve el mundo aún en un contexto tan adverso de guerra, fanatismo y falta de libertades”, comenta al hilo del argumento de su primer libro. 

Soñadora, creativa... La imaginación despierta en sus páginas, que transforma en Noches Turbulentas, “una ficción autobiográfica -según califica- por tratarse de una historia, que no pudo ser, con mi amor platónico y del que llevo enamorada desde los trece años”. Romance ensoñado, de suspense pero que nunca será real por el fallecimiento de él.
Desde la sangre, ambientada en las pericias de jóvenes durante su etapa de Instituto enarbolan el confeccionado argumento, de novela juvenil. Se suman otros títulos de su producción, que pasan por Dos historias de amor y una poesía sentida, Verano explosivo, Sorbos de vida, Kilómetro cero, o el cuento más reciente, de marras, La niña que quería ser flor

Inquieta por aprender, saber contarlo y poder compartir, ha publicado dos estudios llevados a buen término. Con el titular Los artículos de Larra muestra su investigación o estudio sobre el escritor, periodista y político español del romanticismo literario, Mariano José de Larra. Y, a raíz de un estudio multidisciplinar sobre el aroma, publicó El perfume desde una perspectiva diacrónica

Jugar a unir los puntitos en braille y formar frases, que cuentan historias, le despertó el interés desde su más tierna infancia, en tan duras circunstancias por estar enferma y las dificultades de adaptación en el colegio. “Quería saber para qué sirve una tecla y la otra, y la otra... Cómo se lee, qué pone en el papel (...) Recuerdo mi aprendizaje y curiosidad. A pesar de lo que estaba viviendo, me gustaba el cole porque era una forma de socializar, de salir, de aprender; los principios del braille fueron muy bonitos... hoy una letrita, luego otra, unes las letras y haces las palabras. A los cinco años ya leía prácticamente bien en braille”

Se aficionó a coleccionar muñecas y en ello continúa, actualizando su colección cada temporada. Invierte tiempo en concienciar a la sociedad, a través de charlas y conferencias, para eliminar prejuicios y tratos condescendientes por el hecho de tener una discapacidad. Camina con su bastón blanco, sin prisa pero sin pausa. Escribe en el ordenador que le habla y agradece el sistema de lectoescritura braille, que le abrió una ventana al mundo.

Y aquella niña, que quizá quería ser flor, se ha convertido en la mujer que se acepta sin tapujos, aún palpable el sesgo de inocencia y libertad de Peter Pan. Mira con serenidad el futuro incierto, que escribe a golpe de sentimiento, y se regocija en la danza que le da alas. 

La voz le brilla. Se prepara para la gran gala, ilusionada, feliz por estar nominada a tan prestigiosos y veteranos premios del Círculo Rojo. Y ha llegado con su cuento La niña que quería ser flor, que reproduce un sueño del que despierta ‘la niña’ con otro talante. Priscila es una niña muy exploradora y curiosa; adora las flores y las plantas sobre todas las cosas... Le parecía que ser flor le iba a dar un gran privilegio porque las flores eran delicadas, suaves, todo el mundo las admiraba...”, avanza su argumento. El hada madrina hace su función y cumple el deseo de la pequeña Priscila... Así, comprueba que no todo es un camino de rosas sin espinas, siendo una flor. 

La moraleja es de lo más educativa... “Todas las personas tenemos que admirar y valorar lo que tenemos”. El regalo de la vida es el bien más preciado, sin mirar hacia otro lado. Y tiene la pluma de una maestra sensible, audaz, impetuosa y feliz como una codorniz. “A mí me inspira la realidad que vivo, las historias del día a día que conozco, la mía propia y las que me imagino. En mis novelas soy justiciera porque la vida real no siempre hace su trabajo con los malos; yo siempre acabo con el villano y recibe una lección”, concluye.

¡Enhorabuena Sara Braña!

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Genoveva Benito
Periodista