Seda de colores del Grupo Social ONCE

Lápiz, papel, portátil, braille

Andamos acelerados estos días con la tradicional “vuelta al cole” porque quien más quien menos tenga escolares, bachilleres, universitarios o cualquier otra tipología de estudiantes cerca, utiliza septiembre (junto a enero) como uno de los meses clave para los buenos deseos, las buenas intenciones, el impulso a realidades diferentes, el gimnasio, los idiomas o iniciar cualquiera otra actividad variopinta. Todo ello, arrastrado por la más tradicional incorporación a las aulas de nuestros niños y niñas, ilusionados con el nuevo curso, los nuevos amigos, los nuevos materiales y hasta los nuevos “profes”. Pues bien, también más de 7.200 chicos y chicas ciegos, desde la educación primaria (y antes) hasta la universidad (y más allá) se incorporan a las aulas cargados de ilusión, de materiales accesibles, de ordenadores que hablan y de algunas otras adaptaciones, como el necesario aprendizaje del braille, elemento de alfabetización e inclusión absolutamente fundamental.

Porque, cuando se cumplen en 2025 justo 200 años desde la invención por parte del joven francés Louis Braille -luego profesor- de este sistema de lectoescritura, esos seis puntos en relieve siguen siendo la palanca de inclusión en las aulas y la palanca de igualdad en el acceso a la información irrepetible e inigualable para que los más pequeños y pequeñas con discapacidad visual se sumen al mundo; porque, al igual que el resto de escolares aprende el abecedario, rellena hojas y hojas de los históricos cuadernos Rubio, repite mil veces la b, la p o las vocales, y afina el pulso en los trazos escritos, los menores ciegos o con discapacidad visual severa aprenden a utilizar sus dedos para tocar unos puntitos que muestran la misma información; y así, un día, cada cual a su ritmo, sorprenderán a sus padres y profesores leyendo tal o cual palabra. Y lo de menos será que sea leída en tinta o en braille.

Porque si el concepto leer tal y como lo define nuestra Real Academia es “pasar la vista por lo escrito o impreso comprendiendo la significación de los caracteres empleados”, parece razonable que la misma versión sirva para el braille, que viene ser lo mismo cambiando vista la palabra y el sentido “vista” por “tacto”. Porque, fijense: cuando leemos, sobre todo en voz alta, la vista normalmente va por delante de la palabra hablada o de la propia comprensión; en braille pasa lo mismo, dado que los buenos lectores de braille son capaces de leer con las dos manos, mejor dicho, con los dos dedos índices de ambas manos: mientras el izquierdo recorre la mitad de la línea de izquierda a derecha, el dedo derecho hace lo propio de derecha a izquierda, hasta encontrarse. Vamos, algo parecido a lo que se hace con la vista y con la misma intención, leer, aprender, comprender, conocer, incluir.

El braille se demuestra, por tanto, esencial para la vuelta al cole de los estudiantes con discapacidad visual grave, especialmente para lograr los actuales datos de inclusión en las aulas educativas ordinarias, es decir, al lado de sus vecinos, amigos y familiares, en su pueblo y ciudad, y que se elevan al 99% de estos escolares.  Se preguntarán ¿Cómo se hace? Con su ilusión, su esfuerzo, el de sus familias y entornos, el trabajo de los profesores en las aulas (estén donde estén) y el apoyo de la ONCE y sus más de 1.400 profesionales entre maestros, pedagogos, técnicos braille, expertos en accesibilidad, técnicos de rehabilitación y otros, que les hacen posible ser uno más en las aulas.  

Solo un ejemplo: cuando los más pequeños leen un cuento en el aula (en tinta, claro) y siguen la voz de su maestra, el niño y niña ciegos cuentan con el mismo libro en modelo multiformato, es decir, en tinta, en braille y, por si acaso, también en relieve y hasta en audiolibro. Porque si “La Oruga Glotona” hace las delicias con su historia, la misma oruga, en el cuento accesible, se puede tocar y se puede recorrer con los dedos el tacto de las hojas que le sirven de alimento y hasta del árbol en el que habita. Todo, a golpe de tacto de esos seis puntos en relieve que son mucho más que eso: son el Braille; son una ventana abierta al mundo, una ventana abierta a la inclusión.

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